lunes, 26 de abril de 2010

Lo más mejor del mundo

Estoy prácticamente segura de que todas las personas con las que he hablado en mi vida han reflexionado en alguna ocasión sobre quién es su mejor amigo, cuál su comida favorita, dónde le han dado su mejor beso, y un sinfín más de mejores momentos, recuerdos o personas que forman parte de su experiencia vital.

Yo, que soy alienadamente semejante al resto de estos seres humanos, también he gastado mi tiempo en ello. Más que gastado, malgastado. ¿El porqué? Me explico: para mi, en concreto, no existe una persona, un lugar, un recuerdo, un instante detenido en el tiempo, un color, una melodía, una sonrisa, y un largo etcétera de maravillas que tiene este mundo que puedan ser catalogadas por encima del resto de personas, lugares, recuerdos, instantes que detienen el tiempo, colores, melodías, sonrisas y unos cuantos más largos etcéteras de maravillas que me rodean.

¿Por qué siempre nos empeñamos en catalogar las cosas, en saber qué es mejor o qué peor; no nos vale con disfrutar del presente? He decidido que tengo que aprender a hacerlo. No tengo derecho a catalogar a la gente, puesto que yo soy una más de esas personas que cometen errores, que disfrutan, que sufren, que hacen daño a quien les quiere, que regalan y, a veces, no reciben, y que, en otras muchas ocasiones, lo hacen de quien menos se lo esperan.

Puedo echar la vista atrás e, inmediatamente, se dibujará en mi rostro una sonrisa que llene mi cara por completo. El amor es impresionante, sea con quien sea, da igual cómo se manifieste. ¿Qué importa si la otra persona se parecía más a ti o si, por el contrario, te sacaba de quicio con la forma en que te respondía? Lo importante es que te completaba, te hacía sentir que sin ella te faltaba una mitad de ti misma, te entendía como nadie más lo había hecho hasta entonces, y se convertía en tu mejor amiga. Pero, ¡al fin y al cabo es mentira! Porque no existe un mejor amigo, al menos para mi. Existen personas que nunca te fallan, que se preocupan por ti; y otras que pasan desapercibidas y catalogadas como conocidos durante días, meses, semanas e incluso años, y, de repente y sin previo aviso, ¡tachán!: se han convertido en otro mejor amigo. ¿Por qué van a ser menos mejores amigos que tu pareja en ese momento, o que tu amigo de toda la vida? Creo que nadie tiene que ser menos que otro solo por el hecho de haberle conocido más tarde. Nunca en mi vida he tenido un mejor amigo: están mis amigas del colegio, otros que vienen y van, aquellos que me hicieron daño, los que descubrí en la universidad, y aún muchos más que aún no han llegado, y a los que guardo un hueco en mi corazón para cuando aparezcan.

¿Y por qué una canción es mejor que otra? Todas tienen su momento, su significado que se hace personal para cada uno de nosotros: y en eso consiste la magia de la música. Pero no solo de la música, sino de la mayoría de las cosas que nos rodean. No he tenido tampoco un día que destaque por ser el más feliz de mi vida, ni un recuerdo que nunca se me olvidará: tengo muchísimos instantes que nunca desaparecerán de mi mente, buenos y malos, en soledad y en compañía de otras personas; tengo canciones que me hacen llorar nada más sentir que las primeras notas de su melodía retumban en mi cabeza y me llevan a un lugar más allá de la realidad, en mi mente; miles de lugares preciosos y con un encanto propio o con una historia que contar; viajes en los que mi imaginación viajaba de la compañía de los recuerdos; sentimientos nuevos que aparecían sin previo aviso; personas que me enseñaban lecciones inéditas de la vida sin que ni siquiera se dieran cuenta; experiencias que hacen que una vida merezca la pena vivirla.

Disfrutar de todo ello es vivir. Vida solo hay una, como nos diría cualquier persona con unos cuantos años más que nosotros; y que razón tienen. En 20 años he aprovechado todo lo que he podido cada momento y no me arrepiento de casi nada, y de lo que me he arrepiento he intentado aprender. Pasito a pasito voy apreciando cada vez más todo lo que tengo, y también lo que he perdido. He aprendido a ver las cosas en positivo, como las veía hace unos años, antes de que algunas situaciones me hicieran torcer un poco mi camino. Ser feliz consiste en aprender a ver lo que nos regala la vida, porque no hay absolutamente ningún día que no nos aporte algo nuevo: algo de lo que aprender, algo que recordar, algo que contar, algo que disfrutar, algo por lo que reír o algo por lo que llorar.

Yo me siento incapaz de decidir que es para mí lo más mejor del mundo.

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