sábado, 31 de julio de 2010

Gracias por nada

Una disculpa no siempre es suficiente.

domingo, 20 de junio de 2010

¿Y qué hace una persona cuando se encuentra en medio de un caos impenetrable tanto externo como interno, porque nada parece funcionar ni a su alrededor ni dentro de su cabeza? Escribe. Escribe para tratar de explicarse lo que le pasa, para intentar poner orden en el embrollo que lleva dentro, puesto que parece que si se pueden plasmar los pensamientos dispersos en un papel, será más fácil organizarlos luego. La escritura se convierte en un desahogo, en una terapia, o incluso en un mensaje dentro de una botella, porque, si bien es cierto que uno preferiría morir antes que permitir que alguien le echara un vistazo a sus diarios o sus poemas, también lo es que en el fondo desearía que existiera alguien capaz de entender lo que hay escrito en ellos: escribe para alguien que no existe excepto en su imaginación, pero el caso es que escribe para alguien.


Lucía Etxebarría

lunes, 14 de junio de 2010

Por si algún día se te olvidara

Eres L., pero eso ahora es lo que menos ha de importarte.

Para ponerte en situación te acabas de levantar de la cama cuando la primera visión onírica de la noche estaba a punto de absorverte en su territorio. De repente, entre el mar de pensamientos que suelen entremezclarse nadando entre millones de neuronas, comenzó la sensación que tantas veces experimentas y necesitaste encender el ordenador. Dudaste durante algo menos de un minuto, pero sabías que si no lo hacías en ese momento tal vez la ¿inspiración? se desvanecería y esto nunca habría salido igual; tal vez parecido, pero nunca igual.

Realmente puede que tengas serios problemas mentales. Das miles de vueltas a tus relaciones personales: más de lo normal. Te obsesionas con pequeños detalles que para el resto del mundo pasan desapercibidos, y lo que para los demás es vital a ti ni siquiera te importa. Muchos ven tu parte loca, y creen que eres una viva la vida; al mismo tiempo, las personas que se adentran un poco más en tu pequeño mundo, piensan que te complicas demasiado.

Estás obsesionada con el paso del tiempo, aunque ni siquiera eres consciente de ello. Aprovechas cada minuto de tu vida en la medida de lo posible, y aún así quieres más. No te pierdes una fiesta, no dejas pasar una oportunidad, no tienes miedo a elegir (mejor dicho: decides, aunque te cagues de miedo), pese a que pienses lo contrario sigues confiando en el lado bueno de las personas que acabas de conocer... No puedes evitar creer, pese a que la experiencia te aconseje lo contrario, que cada persona nueva que conozcas te aportará algo inédito, algo que siga dando aún más sentido a tu vida, revivirás sensaciones que quedaron en el pasado, que te hicieron feliz. Pero no hablo de la felicidad que el mundo inventa, que hoy en día se busca; hablo de verdadera felicidad. Mirar a los ojos de otro y saber que lo que está pasando en ese momento, lo que estáis sintiendo, nunca lo olvidaréis. Si me equivoco y lo has olvidado, Lorena, ahora lo recordarás y sonreirás porque sabrás de qué te hablo. Si alguien sigue leyendo en este punto pensará que me refiero a algo que llaman amor. Quizá también se pueda incluir en este apartado, pero no me refiero específicamente a eso. Esa mirada, esa sensación, esa seguridad de eternidad inflanqueable, tú la tuviste con una mujer. Con una mujer que parecía ser tu alma gemela, y que no lo fue.

Eres una impulsiva sin remedio que, sin embargo, da mil vueltas a muchas cosas antes de pasar a la acción. Pero las mil vueltas no valen para nada: siempre haces lo primero que pasó por tu cabeza. Además, te sientes orgullosa de ser así. Te gusta ser estúpida, cometer errores, luchar por lo que quieres, perder por haberte arriesgado. Pero odias las pocas veces que no te atreviste, que no actuaste, que perdiste una oportunidad. Esta obsesión por vivir la vida, por vivir tu vida, te absorve día a día, pero es lo que te hace ser tú.

Te sientes especial y mediocre a parte iguales; feliz y desgraciada a ratos; débil y con una fuerza sobrehumana según el día. Analizas cada noche tus sentimientos, tus relaciones, tus cabreos, tus elecciones... y acabas durmiéndote. Cada día te sientes más feliz con lo que haces. Tus estudios, tu manera de vivir, la relación con tu familia... cada día crees que el camino que has escogido te va acercando más hacia la salida correcta. Aún así, quieres seguir luchando y te propones nuevas metas. El miedo a no cumplir con tus propios objetivos aparece a diario, pero te gusta ese peso, esa carga autoimpuesta y que hace que te superes día a día.

Quizá ahora pienses que estás loca, y no sé qué decirte. ¿Alguien más pensará como tú? ¿Alguien más se replanteará todo cada cinco minutos? Desde luego es un trabajo agotador. Frustrante es la palabra que define el intento de explicarle esto a alguien, incluso de manera superficial, y no encontrar comprensión.

Hace años que crees firmemente que eres una buena persona. Una cosa tienes clara: siempre das todo por las personas. Y la cosa no siempre sale bien, pero a ti te llena ser así. Siempre te levantas, e intentas que otros a tu alrededor lo logren también. Pero es ahora cuando empiezas a dudar si sigues siendo esa persona o si los acontecimientos te han cambiado. Últimamente estás empezando a mirar por ti antes que por los demás, solo en algunas ocasiones, pero aún así lo haces. Algunos creen que eso es de personas inteligentes, pero a ti no deja de mosquearte. Los años te están haciendo madurar, y no te gusta nada de nada. Eso sí: eres más feliz, empiezas a entender muchas cosas y a esperar siempre lo peor, ¿dónde se ha quedado tu positivismo? Por el camino... La sonrisa la has sabido rescatar, aunque lo tuyo te ha costado.

No sé si sería mejor decirte que eres una mujer de 20 años y casi 11 meses, que vives en Madrid y estás estudiando una carrera. Que tienes amigos y que alguna persona te odia (o lo intenta). Que has conocido a personas que ya han hecho que tu vida merezca la pena. Que no puedes quejarte de tu vida, porque es fantástica.

No sé qué sería mejor, yo solo sé que esto es lo que necesitaba esa chica de casi 21, estudiante, de mente enfermiza, que padece principios de insomnio, a la que le gusta salir de fiesta, a la que le encanta descubrir poco a poco cómo es realmente la gente que le rodea, la que necesita escribir, aunque nadie más le entienda. Ella necesita esto y muchas cosas más. Ella necesita la lengua, la literatura, los hombres, la amistad, el sexo. Y no precisamente en este orden. Ella necesita que tú seas quien la comprenda. Porque si no, ¿quién lo hará?

miércoles, 9 de junio de 2010

Muchas veces la monotonía, por mucho que la odies, acaba siendo lo que mueve tu día a día. Independientemente de lo que yo luchara contra la insípida rutina, todo volvía siempre al mismo punto.

Y de repente, sin ni siquiera dar tiempo para la asimilación, aparece de nuevo la vieja y añorada sensación. Puede durar unas horas, unos días, unas semanas, o convertirse en años, como sucedió la última vez.

Algo que puede terminar como una simple anécdota más del mes de junio de 2010 o como una realidad que se convierta en el punto de inflexión de una nueva etapa. De momento, me hace sentirme viva, salir del círculo vicioso que me tenía atrapada y saborear un poco más los matices de los acontecimientos.

Pero todo esto no implica que desprecie la otra sensación, que en no pocos momentos pasa por la mente. Querer y no poder; sufrir, pero seguir; querer y querer finiquitar.

El miedo a que el presente se convierta en un futuro pasado: ese miedo nunca desaparecerá.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Periodistas

Ojalá que los futuros periodistas se rebelen. Ojalá que a pesar de enfrentarse a un escenario complicado intuyan que hoy el periodismo es más necesario que nunca y sean conscientes de que los medios, engolfados con el politiqueo, están ignorando esas historias anónimas que definirían el extraño momento que estamos atravesando. Ojalá que no sean cínicos, que ejerzan una crítica implacable contra esos personajillos que desde hace tiempo inundaron las pantallas y no han servido más que para sembrar la creencia de que es legítimo ganar dinero sin hacer el mínimo esfuerzo. Ojalá que no sean mansos y no se dejen arrastrar por esa corriente venenosa que consiste en acudir a las ruedas de prensa para tomar nota sin rechistar. Ojalá que sean tan honrados como para desconfiar del político que les paga un viaje convirtiéndoles en parte de su corte. Ojalá que entiendan que el mejor periodista, en contra de la práctica tan habitual en España, es el que se mantiene lejos del poder, no el que alardea de estar en la pomada. Ojalá que defiendan la dignidad de su oficio y que aspiren a ser profesionales y no eternos amateurs. Ojalá que tengan el amor propio necesario como para dar más de lo que se les pide, y que no lo hagan por el medio sino por ellos mismos. Ojalá que entiendan que en esta situación económica que va a cambiar la vida de varias generaciones es necesario darle voz a los olvidados y sólo un buen periodista puede hacerlo. Dada la precariedad del empleo, la docilidad es tentadora, pero ojalá que no sean dóciles, porque al margen de la invasión de los opinadores, que de manera gratuita exaltan (exaltamos) los ánimos de los ciudadanos, nos hace falta información. Ojalá que haya una nueva generación batalladora que demuestre que el periodismo sigue vivo, que a lo mejor los que estamos un poco muertos somos nosotros.


Elvira Lindo

jueves, 13 de mayo de 2010

‘Aquí me dan dinero y lo paso mejor’




Para Ángel García la parada de metro de Ciudad Universitaria es como su segunda casa. No le localizo cuando me acerco a la esquina donde suele pedir limosna día sí y día también: su esquina. Las camareras de la cafetería del subterráneo dicen que le busque, porque hace un rato se había pasado por allí. Con sus zapatillas de andar por casa y su chaqueta de siempre está sentado fuera, en la parada del autobús, descansando, que abajo no hay bancos.


Muestra una sonrisa que ilumina su rostro a la espera de que comience el cuestionario, sin inmutarse lo más mínimo cuando así sucede. No quiere que le invite ni a un mísero café, insiste en que continuemos sentados allí mismo. Asturiano de nacimiento, aunque Madrid siempre ha sido su hogar. Cuenta con ochenta y tres años de experiencia en el arte de vivir, orgulloso de ser un católico ‘de los de verdad’.


Comienza a contar su historia: señala con exactitud plasmante fechas que le marcaron. Una de ellas, es comprensible: su primera comunión la celebró en el mismo mes en que España entró en la guerra fratricida que él tan bien recuerda, pese a tener tan solo 9 años por aquel entonces. Cuando todo acabó, tres años más tarde, en 1939, Dios le inspiró. Explica que su primera confesión le salió bien, pero que hasta ese mismo momento creía que tenía demasiados pecados como para que asi fuera. Después hizo voto de sangre: daría la vida por defender los dogmas de la santísima virgen. ‘Fue el día más importante después de la confesión y la eucaristía’. Habla de la virgen como si no existiera otra cosa en el mundo, se enamoró de su cara en cuanto la vio en el Convento de las Madres Mercedarias. Y esta pasión queda manifiesta desde el primer momento en el que Ángel se dirige a ti; su despedida siempre va acompañada de una bendición en su nombre.


La gente que espera junto a nosotros a que llegue el transporte público se queda mirando extrañada. Unos echan una sonrisa al aire, como intuyendo la cantidad de cosas que un hombre así puede contar; otros, por el contrario, parecen desaprobar que una chica joven converse con un anciano que no va lo suficientemente arreglado: está mal visto. Parece que Ángel no observa el entorno, contesta a las preguntas de forma concreta en la mayoría de las ocasiones, extendiéndose en mayor o menor medida dependiendo de la importancia que él le conceda a cada una: se entretiene. Cuando un tema le parece interesante, fija sus ojos en los míos y parece que busca la aprobación de sus afirmaciones, me quiere hacer comprender que su verdad es la buena, que lo que él dice es lo único que vale. Su mirada, pese a hallarse hundida en su rostro debido a la vejez, luce de tal manera que llega a penetrar en la persona con la que conversa; su barbilla sobresale como las de los ancianos que dibujamos de forma exagerada en el cuaderno desde que somos pequeños; su pulso es inestable, en alguna ocasión el cigarrillo que sujeta en su mano derecha está a punto de perder el equilibrio.


‘Hasta el 36 España estaba estupendamente’


Nunca se ha casado, nunca ha tenido novia: es la única cuestión que parece incomodarle. Con una seca negación deja entrever que está deseando cambiar de tema, fijando la vista en el horizonte, pensativo. Aún así, sigue sin inmutarse: su cuerpo no da señal alguna de encontrarse a la defensiva, ni de querer cambiar el tono de la entrevista. En la actualidad vive en una residencia. No le queda más familia que su hermana, con la que no tiene relación. Su enemistad se debe a que le birló la herencia, pero él no la culpa a ella, sino a su marido. Durante mes y medio, y enviado por el SAMUR, Santa Engrancia fue el centro donde le acogieron. Pero el Ayuntamiento de Madrid le informo el pasado enero que tendría que mudarse a San Martín de la Vega, al sur de Madrid. Anteriormente, compartió piso durante diez años con un matrimonio y sus dos hijos, ‘muy honrados y trabajadores, nada de drogas y alcohol’.

Ciudad Universitaria es su destino todas las mañanas desde hace ya cuatro años, pese a tener que realizar para ello un viaje de una hora de duración. ¿El motivo? ‘Me dan hasta billetes de 20 euros’. En otras estaciones como San Bernardo o Bilbao parece ser que no había tanta suerte. Cinco horas diarias observando a los estudiantes, que se dirigen veloces hacia sus clases, tomándose un café, leyendo el periódico o sentándose un rato en la parada del interurbano, como ahora mismo. Ese es su día a día, excepto los domingos, que hay que ir a misa. Los vigilantes del metro ya le conocen y en la cafetería dicen que es como de la familia. Al oírlo Ángel de mi boca me pregunta si de verdad me han dicho eso. Cuando se lo confirmo le brota inesperadamente una risa sincera y complacida por saber que la gente le tiene verdadero cariño. Inmediatamente tose profundamente. Dice fumar casi dos paquetes diarios; no es de extrañar si todos los tira a medio acabar, como el Ducados que sujetaba minutos atrás.

Antes de convertirse en asiduo de las esquinas del metro, trabajó como repartidor del ABC y como conserje de Banesto alrededor de diez años. ¿Quién le iba a decir que se encontraría aquí cuando en su juventud viajaba en el coche de su primo con el almirante Moreno, que fue tras la guerra ministro de Marina? ‘Ese día nadie se podía meter con nosotros’.

‘La música tiene que tener armonía, ritmo y melodía. Ahora hay ruido de Satanás.’

Desayuna y come fuera, y solo a veces llega para la merienda a la residencia. ¿Y de dónde saca el dinero para todo? De la gente que le ayuda con lo que puede, a veces incluso le llevan comida. No piensa que haga nada malo pidiendo, pese a que tenga lo suficiente para pagar la asistencia en el centro y aún así desaproveche la mitad de la alimentación que le ofrecen. Es el único de San Martín de la Vega que lo hace, y así es mejor, que no tiene competencia. Se ríe mientras me lo dice; no es consciente de que muchos no le darían nada si supiesen cuál es su situación real. Parece un niño: sin malicia aparente, simplemente no cree que su actuación pueda ser reprochable. Sigue tosiendo cada vez que alza un poco el tono de voz o gesticula con entusiasmo: serán los dos paquetes diarios. Cuenta lo injusto que es el hecho de que se tenga que apañar con los 20 euros que le sobran de la pensión tras el desembolso mensual por la residencia; quiere ir a la churrería a las 7 de la mañana, como hacen sus compañeros. Lo llama necesidad, y no hay quien le haga entrar en razón. Además dice que aquí lo pasa mejor y encima le dan dinero. Eso sí, cuando un cura le ofreció un billete de 50 euros no lo acepto, ya que ahora a la Iglesia no se le paga por su actividad, como antiguamente.

Durante toda la conversación el tema religioso tiene un claro protagonismo, pero ante las noticias de abusos sexuales a menores cometidos por algunos curas deja la palabra a su santidad el Papa, ya que lo que él diga va a misa. Tiene otra pasión: la reina. La monarquía para él es sagrada, pero parece tener una fascinación especial por doña Sofía. Le gusta que sea tan encantadora, fina, elegante, moderna, ‘moderna sin pecar’, aclara. Sorprende que un rato más tarde confiese que para él el hombre siempre tendrá más talento que la mujer, ¿o acaso miente San Pablo en su evangelio? Mentalidad anclada en un pasado con otra educación. No le parece mal que las mujeres trabajen, pero como complemento a su labor como amas de casa. Sobre los homosexuales opina que son peores los fascistas. Los entiende, pero no le gusta nada eso de que puedan adoptar niños. Una mujer se acerca al oír esto y se ríe. Es el precio que se paga por realizar una entrevista en plena parada de autobús. Ángel le pregunta si le hace gracia, a lo que la señora le responde que no; lo que ocurre es que está de acuerdo con él, le parece que tiene mucha sensatez. Lejos de aprovechar este apoyo, el entrevistado sigue exponiéndome sus opiniones: un miembro de la sociedad que no persigue la aprobación del resto, raro de encontrar en los tiempos que corren.

No ejerce su derecho al voto, pero si lo hiciera elegiría al PSOE, los del PP son, a su juicio, ‘unos fascistas, hipócritas y falsos’. Le parece deleznable que el gobierno y la oposición no actúen en conjunto frente al terrorismo, cuando Aznar, Acebes y Rajoy, recuerda, hace unos años hablaban de que ETA estaba agonizando. Conoce muy bien la actualidad, maneja nombres y apellidos del gobierno actual y de los anteriores; también de los políticos de otros países. Lee el periódico todos los días, pero solo consigue ponerse de mal humor por las inmoralidades y tonterías que dice encontrarse en él.

Apasionado del cine, pero del de antes. Me habla de los actores y actrices que más le gustan, sin problemas para pronunciar sus nombres en inglés. Describe detalladamente escenas de algunas de sus películas favoritas como El signo de la cruz, Los diez mandamientos o La canción de Bernadette, todas de índole religiosa. Sin embargo, asegura que no es la única temática que le interesa. Comenta las grandes actuaciones de Fredic March, Charles Laughton, Claudette Colbert o Ellisa Landi, que le sigue pareciendo una de las mujeres más hermosas de la gran pantalla. Es asombroso como recuerda absolutamente todos los nombres de los actores y directores, alabando la realización de los largometrajes. No solo le gustan o disgustan las interpretaciones, sino que habla de lo bien que está hecha una película o el acierto en conseguir determinados planos y secuencias. En la actualidad cree que el séptimo arte está lleno de obscenidades, salvo alguna excepción. Aún así, no aprecia la trayectoria y el guión que se utilizan ahora para llevar a cabo las cintas; lo de antes sí que era cine.

Amante también del circo y las variedades, el teatro, la música clásica, etc., se apena por no disponer de una oferta de canal televisivo que le satisfaga en sus hobbies. Especifica que con música clásica no se refiere únicamente a la de cámara o filarmónica, sino a la de hace unos años, incluyendo desde un boogie-woogie a un bolero de Machín.

Una hora da para mucho. Me despido de mi entrevistado y me da las gracias, como si le hubiera hecho un favor. Me alejo mientras me regala una de sus cálidas sonrisas. Sus prendas de abrigo me recuerdan una de sus últimas frases: ‘Yo no soy de la tercera edad, soy de la cuarta. Estoy en el invierno de mi vida’.

Lorena González Sagrado

lunes, 26 de abril de 2010

Lo más mejor del mundo

Estoy prácticamente segura de que todas las personas con las que he hablado en mi vida han reflexionado en alguna ocasión sobre quién es su mejor amigo, cuál su comida favorita, dónde le han dado su mejor beso, y un sinfín más de mejores momentos, recuerdos o personas que forman parte de su experiencia vital.

Yo, que soy alienadamente semejante al resto de estos seres humanos, también he gastado mi tiempo en ello. Más que gastado, malgastado. ¿El porqué? Me explico: para mi, en concreto, no existe una persona, un lugar, un recuerdo, un instante detenido en el tiempo, un color, una melodía, una sonrisa, y un largo etcétera de maravillas que tiene este mundo que puedan ser catalogadas por encima del resto de personas, lugares, recuerdos, instantes que detienen el tiempo, colores, melodías, sonrisas y unos cuantos más largos etcéteras de maravillas que me rodean.

¿Por qué siempre nos empeñamos en catalogar las cosas, en saber qué es mejor o qué peor; no nos vale con disfrutar del presente? He decidido que tengo que aprender a hacerlo. No tengo derecho a catalogar a la gente, puesto que yo soy una más de esas personas que cometen errores, que disfrutan, que sufren, que hacen daño a quien les quiere, que regalan y, a veces, no reciben, y que, en otras muchas ocasiones, lo hacen de quien menos se lo esperan.

Puedo echar la vista atrás e, inmediatamente, se dibujará en mi rostro una sonrisa que llene mi cara por completo. El amor es impresionante, sea con quien sea, da igual cómo se manifieste. ¿Qué importa si la otra persona se parecía más a ti o si, por el contrario, te sacaba de quicio con la forma en que te respondía? Lo importante es que te completaba, te hacía sentir que sin ella te faltaba una mitad de ti misma, te entendía como nadie más lo había hecho hasta entonces, y se convertía en tu mejor amiga. Pero, ¡al fin y al cabo es mentira! Porque no existe un mejor amigo, al menos para mi. Existen personas que nunca te fallan, que se preocupan por ti; y otras que pasan desapercibidas y catalogadas como conocidos durante días, meses, semanas e incluso años, y, de repente y sin previo aviso, ¡tachán!: se han convertido en otro mejor amigo. ¿Por qué van a ser menos mejores amigos que tu pareja en ese momento, o que tu amigo de toda la vida? Creo que nadie tiene que ser menos que otro solo por el hecho de haberle conocido más tarde. Nunca en mi vida he tenido un mejor amigo: están mis amigas del colegio, otros que vienen y van, aquellos que me hicieron daño, los que descubrí en la universidad, y aún muchos más que aún no han llegado, y a los que guardo un hueco en mi corazón para cuando aparezcan.

¿Y por qué una canción es mejor que otra? Todas tienen su momento, su significado que se hace personal para cada uno de nosotros: y en eso consiste la magia de la música. Pero no solo de la música, sino de la mayoría de las cosas que nos rodean. No he tenido tampoco un día que destaque por ser el más feliz de mi vida, ni un recuerdo que nunca se me olvidará: tengo muchísimos instantes que nunca desaparecerán de mi mente, buenos y malos, en soledad y en compañía de otras personas; tengo canciones que me hacen llorar nada más sentir que las primeras notas de su melodía retumban en mi cabeza y me llevan a un lugar más allá de la realidad, en mi mente; miles de lugares preciosos y con un encanto propio o con una historia que contar; viajes en los que mi imaginación viajaba de la compañía de los recuerdos; sentimientos nuevos que aparecían sin previo aviso; personas que me enseñaban lecciones inéditas de la vida sin que ni siquiera se dieran cuenta; experiencias que hacen que una vida merezca la pena vivirla.

Disfrutar de todo ello es vivir. Vida solo hay una, como nos diría cualquier persona con unos cuantos años más que nosotros; y que razón tienen. En 20 años he aprovechado todo lo que he podido cada momento y no me arrepiento de casi nada, y de lo que me he arrepiento he intentado aprender. Pasito a pasito voy apreciando cada vez más todo lo que tengo, y también lo que he perdido. He aprendido a ver las cosas en positivo, como las veía hace unos años, antes de que algunas situaciones me hicieran torcer un poco mi camino. Ser feliz consiste en aprender a ver lo que nos regala la vida, porque no hay absolutamente ningún día que no nos aporte algo nuevo: algo de lo que aprender, algo que recordar, algo que contar, algo que disfrutar, algo por lo que reír o algo por lo que llorar.

Yo me siento incapaz de decidir que es para mí lo más mejor del mundo.

martes, 13 de abril de 2010

Cuando el corazón habla

una sonrisa, un mundo
besos que acarician
miradas que besan
manos que recorren mi cuerpo
mi corazón te anhela

siento que debo estar a tu lado
a cada instante recorres mi mente
y por más que me empeño en echarte
insistes en permanecer en ella

las noches se harán largas
los días los llenaré con horas de engaño
de engaño porque tú no estás
y sin ti no soy nada
simple materia sin razón ni pasión