domingo, 20 de junio de 2010

¿Y qué hace una persona cuando se encuentra en medio de un caos impenetrable tanto externo como interno, porque nada parece funcionar ni a su alrededor ni dentro de su cabeza? Escribe. Escribe para tratar de explicarse lo que le pasa, para intentar poner orden en el embrollo que lleva dentro, puesto que parece que si se pueden plasmar los pensamientos dispersos en un papel, será más fácil organizarlos luego. La escritura se convierte en un desahogo, en una terapia, o incluso en un mensaje dentro de una botella, porque, si bien es cierto que uno preferiría morir antes que permitir que alguien le echara un vistazo a sus diarios o sus poemas, también lo es que en el fondo desearía que existiera alguien capaz de entender lo que hay escrito en ellos: escribe para alguien que no existe excepto en su imaginación, pero el caso es que escribe para alguien.


Lucía Etxebarría

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